jueves, 26 de junio de 2008

Querido Rodolfo.



Y, para que me sigan conociendo, va uno de los cuentos del segundo libro

No te preocupes, yo ya te perdoné. Si es que tenía algo que perdonar; como todos los bien psicoanalizados sabemos, las responsabilidades son compartidas. "Fifty-fifty" (como te gustaba decir a vos, que después de tomar un par de clases de inglés, ya te creías Shakespeare). Te juro que crecí mucho, Rodolfo. Ya ni siquiera te culpo de haber dejado la facultad para acompañarte en tus giras por el interior. Después de todo, ¿habría sido más feliz como arquitecta que como vendedora de cosméticos a domicilio? Porque no te lo conté: como vos ya hace seis meses que estás en Brasil y los cheques no llegan (seguramente se cayó el sistema o algo por el estilo) tuve que empezar a trabajar. Vos viste cómo son los chicos, no paran de crecer, y a Florencia de golpe todos los pantalones se le volvieron bermudas. Pero con los cosméticos zafo, es una línea barata y no me canso de vender. Con el 0,01% que me dan sobre la ganancia que les queda a ellos, con Flor nos damos una vida de reinas. Eso sí, igual te pido que verifiques cuál es el problema en el banco que no llegan los giros, ¿porque es un problema de ellos no? Porque, Rodolfo, no me digas que a vos se te pasó, que te olvidaste, no me asustes, por favor. A ver si todavía te pasa como a tu abuela, la mamá de tu papá. ¡Qué arteriosclerosis galopante, pobre vieja! ¿Sabías que eso es hereditario? Prometeme que si tenés algún síntoma te vas a hacer ver por un especialista. Uno nunca sabe. Porque aunque te cueste creerlo, Rodolfo, yo todavía te quiero y me preocupo por vos. Por vos y por esa chiquita veinte años menor que yo con la que te fuiste. No quiero ni imaginarme lo que sufriría si el músico famoso que la llevó a conocer las mejores ciudades, de un día para otro se transformara en un viejo esclerótico, artrítico y pelado, como tu papá. Porque la calvicie también es hereditaria, ¿sabías? Igual, querido, no dejes que eso te mortifique: en la actualidad, si la agarrás a tiempo, hay muy buenos tratamientos. Cada vez me convenzo más de que Dios sabía lo que hacía al hacerte conocer a esa chica. Pensá que dentro de veinte años, cuando vos estés arañando los setenta y poco a poco convirtiéndote en lo que todos nos transformamos a esa edad, ella va a ser todavía joven para poder cuidarte bien. Porque ella va a estar siempre con vos, ni se te ocurra creer en lo que dicen algunas viejas malpensadas y chimenteras por televisión. Que por favor ni se te cruce por la cabeza que se casó con vos por dinero y por salir fotografiada en las revistas junto al músico de moda. Para nada. Ella te quiere y te conoce bien. No tanto como yo, por supuesto, que estuve con vos desde el principio, cuando tocabas en esos teatritos de mala muerte, casi galponcitos. Me acuerdo y me dan ganas de llorar - de la emoción, por supuesto. Después nos veníamos al departamentito de un ambiente y medio que alquilábamos en Córdoba y Suipacha. ¿Te acordás del biombo que habíamos puesto para dividirlo? Al final, me vino bárbaro, lo puse en el único dormitorio del dos ambientes que nos dejaste para que Flor tuviera su propio cuarto. Pobre hija, con todos los cosméticos que tenía en el living no le quedaba lugar para nada. Recuerdo que ya desde aquel entonces supiste que triunfarías, porque decías que tenías oído absoluto, como Charly García. Qué ironía, ¿no? Ahora que lo pienso, Beethoven era sordo. En realidad, creo que fue ensordeciendo de a poco, igual que tu tío, el que te dio las primeras clases de música y que se tuvo que jubilar porque lo arrolló un camión y fue necesario amputarle cuatro dedos, dos de cada mano. Pobre hombre, nunca más pudo tocar la guiitarra. Ay, Rodolfo, por favor prometeme que vas a tener cuidado al cruzar la calle. Y, si podés, acordate de lo del cheque; si no, no importa. Lo que sí te pido que no te olvides, Rodolfo, es que yo ya te perdoné.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece magnífica la iniciativa y aplaudo a los que insistieron para convencerte de hacerlo.

Sigo re-leyéndote; y espero la salida de tu próximo libro.

Todo mi cariño.
Analía